Los niños, después de lavarse y vestirse con las túnicas doradas, acompañaron a 4 Héstar al gran salón, donde ya les esperaban los invitados, junto con Séral, el padre de Héstar.
Al llegar, les fueron presentando a todos los invitados. Entre ellos, había varios niños que parecían de la misma edad que Aye o Leo, pero luego se dieron cuenta de que en realidad a pesar de que su estatura era similar, solo tenían de 2, a 4 años de edad.
Todos se colocaron alrededor de de la mesa y aparecieron unos calamares portando una especie de bandejas que fueron colocando frente a los comensales.
Los niños al principio, tomaron los alimentos con cierta prevención, pero en cuanto Matu probó el pastel de cabracho con caviar, dijo:
- ¡Que riiiiiiico! Prueba Leo, prueba.
Leo comió un poco y mirando a Ayelen le dijo:
- Pues si que está bueno, lo que no me gustan son estas bolitas negras (el caviar).
- A ver, dijo Aye, comiendo un poco. ¡Um!, yo prefiero algas.
Entonces un calamar le trajo otra bandeja que contenía distintas variedades de algas, todas riquísimas y muy nutritivas.
- Pues a mi si que me gusta, está muy bueno, dijo Leo.
- Y a mi, dijo Matu con la boca llena, está de rechupete.
Cuando todos terminaron de cenar, los calamares retiraron las bandejas y una bandada de peces, se extendieron por toda la mesa limpiando los restos de comida que habían quedado.
Matu intento agarrar alguno sin conseguirlo, pues se le escurrían de las manos.
Hay algo importante en lo que quizás el lector no ha reparado y que hasta ahora no me acordé de explicar. ¿Cómo es posible que estando bajo el agua pudiesen hablar? Y ¿Como podían comunicarse con todos los animales marinos?
En realidad no hablaban, sino que se comunicaban con el pensamiento, por telepatía. Pero para que podamos entendernos, es preferible continuar el relato como si estuviesen hablando todos y en el mismo idioma.
Esta facultad de los tritones, sirenas y peces, de comunicarse telepáticamente, tenía grandes ventajas, pero para los niños, a los que la magia de Pierlín había preparado, también tenía algún que otro inconveniente.
- Mira que sirenita mas linda, le dijo Leo a Matu.
- “A mi me gusta mas Héstar” Pensó Ayelen, buscándolo con la mirada.
Aun no había terminado de pensar, cuando Héstar apareció nadando junto a ella y le dijo:
- Querías verme, linda Aye.
Ayelen se puso colorada como un tomate y no sabía que decir.
- Ho, hola, Héstar, le dijo al tritón.
- ¿Quereis dar un paseo por nuestro jardín?
- Bueno, musito Aye.
- Vamos pues, le dijo Héstar mientras le tendía su mano.
Aye le dio la suya y ambos salieron nadando por uno de los miradores del salón, seguidos de cerca por Leo y Matu.
- ¡Eh! Esperad, gritó Leo, que nosotros no somos tan rápidos.
Héstar les dijo entonces que se agarrasen todos de la otra mano y los llevó rápidamente hasta un lugar en el que había infinidad de plantas acuáticas de mil formas y colores, dispuestas como lo hubieran estado en un jardín del Eden.
El jardín estaba dispuesto en distintos niveles, con pasarelas de coral cuajadas de plantas acuáticas, por entre las que nadaban miles de peces de colores en bandadas, moviéndose como en una especie de valet acuático, iluminado por las medusas azules, que como antorchas flotaban entre dos aguas, a diferentes alturas, creando un conjunto de singular belleza.
De una de las colinas floridas de coral, brotaba en forma de cascada la leche purificadora de la que surgían burbujas de colores, que se extendían flotando por doquier, creando una imagen de belleza sin par.
Héstar y los niños contemplaban el espectáculo, viendo danzar a los peces junto con las burbujas, siguiendo como una sinfonía de formas y colores, que la iluminación de las medusas azules realzaba, dándole una fantasmal belleza.
Era como si todo se moviese al son de una música, como si el conjunto fuese un todo que se recrease en la belleza.
Entonces Héstar les dijo:
- Si os dejáis llevar por la melodía del Mar, podréis integraros en la danza, escuchad con el corazón y dejaos llevar por vuestros sentimientos.
Entonces, Ayelen, Leo y Matu, como en un trance, comenzaron a deslizarse junto a los peces integrándose en aquel valet, pero de tal forma que cada uno de ellos lo hacía en función de su carácter.
Aye se movía suave, pero ágilmente como siguiendo una danza clásica, giraba entorno a las medusas azules y parecía precipitarse sobre ellas, para girar en un escorzo hacia arriba y atrás, moviéndose como lo haría una bailarina que pudiera danzar sobre el aire.
Leo, también se deslizaba dentro de la misma magia, pero con mayor fuerza, a veces parecía que iba a chocar, contra algo, cuando realizaba una finta que le apartaba con tal gracia, que parecía como si formase parte del todo.
Matu se movía como un torbellino, saltando de de roca en roca, persiguiendo a los peces pero sin llegar nunca a tocarlos.
Cada uno de los tres, parecía seguir su propia música, pero a la vez era como si fueran parte de una coreografía de conjunto que lo armonizaba todo.
Héstar contemplaba el espectáculo, cuando poco a poco fueron llegando su padre con los distintos invitados y uno a uno, todos fueron uniéndose a aquel maravilloso valet, en el que cada miembro parecía sentir una música que sonase para el y a la vez conjuntada con todas, permitiendo fluir una energía y belleza sin límites.
Así estuvieron todos bailando, sin noción del tiempo, ni el espacio, guiados solo por la belleza de la danza y su música interior, formando junto con todos los peces, medusas, corales y plantas acuáticas, un solo ser, al que solo podría definir como belleza y armonía en movimiento.
Y poco a poco, tal y como habían comenzado todos los participantes de aquel trance colectivo, fueron saliendo del “escenario”.
Los niños sintieron en su interior una sensación de plenitud y hermanamiento con todos los participantes, tritones, sirenas, peces, medusas, algas y coral. Era como si formaran parte de algo superior pero a la vez muy suyo, ¡El Mar!
CONTINUARA EN EL PROXIMO CAPITULO ¡EL SUEÑO DE AYELEN!
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